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POR DARIO FARIÑA. “Ante una vaca noble, uno debe descubrirse” dijo Juan Adolfo Lafontaine (79) cuando hizo la presentación del remate “Vientres del Sudoeste” de su cabaña Los Tigres, en la Sociedad Rural de General La Madrid. Resaltó el encierre “que es muy pero muy bueno, orgullosos estamos de poder vender de esta calidad” agregó, para resaltar a las cabañas invitadas y destacó la presencia de distintas consignatarias amigas, además de Heguy por supuesto. “Y les deseo buenos negocios en un año difícil y en una zona como esta que han sido bendecidas dentro de un año de sequía nacional”.

Después llegó el remate, el 21 en la trayectoria de Los Tigres, en el que el martillo de Mariano Ricard vendió los 600 vientres Angus y caretas, y luego Juan Adolfo tuvo que saludar a muchos amigos que fueron a presenciar el remate y a comprar, para posteriormente hablar con campoindustria.com para hacer una recorrida por la genética, por su cabaña, por la historia.

Agradecido también por el gran respaldo de su familia (su esposa Alejandra von Gedhardt, “que es de Colonia Banda, Misiones, una colonia alemana”, dijo), sus hijos Nicolás (43), Wichi (41) y Madgalena (50), “y un gran tesoro como son mis dos nietas, ya profesionales: Lucía (25, nutricionista) y Sol (24, administradora de empresas)” agregó, para meterse de lleno en la entrevista.

“Sí, uno más y ya van 21. Fue un remate en un momento muy duro, con incertidumbre, porque todo el mundo siente que la mecha va llegando a la bomba. Y la sequía nacional que hace que no se puedan hacer tantas ventas, porque me han llamado productores que necesitan comprar pero necesito campo. Ese fue el comentario habitual. Por otro lado me gustó que, antes del remate y en esta situación difícil, teníamos suficiente cantidad de buenos llamados. Es que había hacienda de calidad. Vendimos muy bien. Los lotes de hacienda joven, especialmente, se vendieron bien”.

Cuando la calidad está presente, se defiende sola en la pista

Claro que sí. El problema era, dentro de las vacas CUT, las que estaban en peor estado. Afortunadamente se vendió el lote más importante, no el último de unos amigos que después se vendió particular. Pero, por otro lado, quedé conforme porque toda la hacienda joven y de calidad se vendió muy bien, inclusive las vacas buenas que ya tienen prestigio, de diez años. Me saqué el sombrero para saludar a la vaca noble. Es una tradición, ya las conocen y se venden muy bien, porque saben lo que le pueden sacar. Otra cosa es que hicieron muy buen uso de la información, ya que la vaca de facilidad de parto pero con buen crecimiento fueron los precios máximos, mientras que las vacas de bajo peso al nacer y crecimiento normal se vendió toda, que fueron los últimos lotes. Digamos que hubo distintos matices de un remate que va a tener más trayectoria, porque ya tiene 21 años pero está refundado con esta nueva relación con la casa Heguy y todos los programas que tenemos a futuro.

¿Dentro de los 21 quizá este fue el más difícil por el contexto que estamos atravesando?

No, no. El más difícil fue el de 2008/2009, ni hablar. Estas vaquillonas que ahora hicieron 250 mil pesos actualizando los valores de 2008/2009 eran 150 mil, es decir como los peores precios actuales con una vaquillona de punta. Y aparte, gordas valían más en ese momento. Lo mantuvimos al remate como vientre sabiendo que perdíamos dinero, para mantener continuidad, y luego el mercado te premia. En los años siguientes, el mercado te premia.

¿Los Tigres es la pasión de toda su vida, no?

(Risas) Sí, la pasión en lo laboral, ni hablar. Soy un amante de la biología, como ingeniero agrónomo que soy, y mi mayor obsesión o pasión era desarrollar sistemas mixtos donde la agricultura y la ganadería se complementaran perfectamente bien. Eso es lo que hemos hecho y está en la obra del CREA Laprida que ya cumplió cincuenta años y yo fui asesor durante 18, fui coordinador de ganadería ACREA, y la ganadería combinada con la agricultura y el buen uso del suelo es mi pasión. Por supuesto, la genética, la selección. En los años ´90 el ERA, el programa de Aberdeen Angus, funda y comienza a dar sus frutos cuando la información se hizo muy útil. Desde esa década, donde teníamos que hacer un cambio grande en la ganadería, bajar el peso al nacer, recuperar facilidad de parto, recuperar fertilidad en los vientres, después vinieron –en los últimos veinte años- un avance constante.

Todos pasos necesarios para ir evolucionando…

Sí, claro. Primero apareció la evaluación de carcasa, en el año 2000, con ecografías. El progreso de estos últimos veinte años de musculatura equilibrada con grasa y marmoleo, es excelente. En los últimos años aparece la genómica, y hoy en día se ha construido una población de referencia con toros de alta precisión de manera que los catorce caracteres que se analizan, sacándole un pelo a un ternero y mandándolo a hacer el ADN, ya se tiene un pronóstico de ese ternero para los próximos 18 meses, que te da el perfil del animal. Puede estar recién nacido, pero puede ser muestreado en el embrión. Es decir que aparecieron herramientas muy valiosas. Y te voy a mencionar una cosa muy fuerte de la Comisión Técnica de Aberdeen Angus: el programa de buscar animales más eficientes, de mejor conversión, y ya estamos en la séptima prueba porque estamos combinando lo de Biofarma en Jesús María (Córdoba) con Naredo Guaminí y Anguil (La Pampa). Ya aparecen los animales que para producir lo mismo comen menos. Ahí está la conversión. Es un trabajo que lleva tiempo pero va a tener su propia población de referencia dentro de tres o cuatro años.

El productor tuvo que hacer inversión en genética para mejorar el animal. Es una inversión necesaria e imprescindible…

Exacto. Esto es a nivel mundial. Se está haciendo en Brasil, mientras que Uruguay comenzó hace años. Estados Unidos por supuesto que también. La industria del feedlot es la primera beneficiaria. Hay animales que convierten cada vez mejor. Suponte que el promedio es 6 a 1 y hay animales que necesitan de 8 a 10 kilos de materia seca para producir lo mismo, y hay otros que lo hacen con 4 a 5 kilos. Va a ser revolucionario, pero requiere tiempo.

¿Cuánto tiene que ver la familia en toda esa pasión que le pone a la ganadería?

Muchísimo. Eso viene en el ADN, es un mandato. En 1860 llegan desde Francia el primero, de Pau, la zona de los bearneses. Ellos tenían viñas en el sur de Pau. Llegó este chico con 17 años y baja en la Plaza de los Inmigrantes en el puerto y se encuentra con el señor Ayerza. Lo ve culto y en una tarde le cuenta cómo es todo, sobre arrendar campos. Como primer trabajo andá a aquella empresa de carretas, de transporte, que era de Santamarina. Fue creciendo y con 25 años volvió a Francia. Ah, Ayerza le regaló una moneda de oro para que empezara, pero a esa moneda nunca la cambió. La conservó como recuerdo para toda su vida. Allá se enamoró de su sobrina mayor, María Antonieta, y por eso la estancia madre nuestra se llama “La María Antonieta”. No tuvieron hijos, pero sí sobrinos que los comandó él y luego fueron haciendo una expansión con lanares y con vacunos. Y mi padre (Andrés Blas Lafontaine; su mamá Kitty está a pocos días de cumplir 100 años) compró las primeras Aberdeen Angus en 1942 y en 1972 nos regaló a Los Tigres quinientas hectáreas y doscientas vacas negras a elegir sobre 600. Y ahí empieza Los Tigres.

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