Sistemas agroforestales como alternativa productiva
Asociar forestaciones de álamos y sauces con cultivos agrícolas y ganadería permite diversificar los sistemas productivos. Por esto, hace 15 años un equipo de especialistas del INTA Alto Valle investiga su implementación como alternativa productiva para pequeños y medianos productores de la región.
Noticias13 de febrero de 2024Durante las últimas dos décadas ha disminuido la superficie ocupada por montes frutales destinados principalmente a la producción de frutas de pepita –manzanas y peras– en los valles del norte de la Patagonia. Por ello, un equipo del INTA de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) Alto Valle, Río Negro, investiga hace 15 años cómo implementar sistemas agroforestales con álamos y sauces en la región.
El objetivo de estos sistemas es consociar las forestaciones de estas especies con diversos cultivos agrícolas durante los primeros años –sistemas agrosilvícolas– y con ganadería durante el resto del ciclo forestal – sistemas silvopastoriles–.
Esteban Thomas –especialista en producción forestal del INTA Alto Valle– explicó que “a partir de los ensayos y experiencias con productores se obtuvo información relevante para recomendar los modelos de sistemas agroforestales a quienes buscan reconvertir y diversificar los sistemas productivos en chacras”.
Como consecuencia de la disminución de los montes frutales en la región, una proporción de esas hectáreas se reemplazó por diversos cultivos como alfalfa, hortalizas, maíz, nogales, almendros, cerezos, etc., mientras que otras fueron desmontadas y no se utilizaron para la implantación de nuevos cultivos.
La implementación de los sistemas agroforestales permite diversificar los cultivos, esto se produce con la asociación de la producción forestal –madera para aserrado o debobinado, postes y leña– con la producción forrajera –fardos y rollos de alfalfa, sorgo, avena, cebada u otras pasturas–, de cereales –granos de maíz, sorgo u otros cereales–, hortícola y ganadera.
En aquellos sitios que no están ocupados por montes frutales, el equipo del INTA Alto Valle propone como alternativa productiva la implementación de los sistemas agroforestales. “Estos combinan la producción forestal con la producción agrícola en sistemas denominados agrosilvícolas o con producción ganadera en sistemas denominados silvopastoriles”, detalló Thomas.
Y agregó: “La integración de las actividades agrícolas con la producción forestal permite diversificar los ingresos a nivel predial y mejora la estabilidad del sistema productivo”.
Los ensayos realizados por el equipo del INTA Alto Valle evalúan la adaptabilidad y crecimiento de nuevos clones de álamos y sauces, lo que permite recomendar aquellos que mejor se adaptan a las características de cada sitio en los que se implementarán los sistemas agroforestales.
En los valles del norte de la Patagonia utilizan álamos y sauces como cortinas rompevientos para proteger diferentes cultivos –frutícolas, vitícolas, hortícolas, forrajeros– y forestaciones en macizo destinadas a la producción de madera y postes de calidad.
Thomas explicó: “La madera de estas especies es utilizada por las industrias del aserrado y debobinado, principalmente en la producción de envases y embalajes para el transporte y comercialización de productos frutihortícolas, como también para la obtención de vigas, tablas, tirantes y machimbres utilizados por el sector de la construcción. Un porcentaje menor se destina a la industria celulósica, que puede aprovechar los rollizos de menor diámetro”.
En función de los resultados obtenidos, se incorporaron nuevos álamos híbridos euroamericanos –Triplo y Ragonese 22 INTA–, nuevos álamos deltoides –Ñacurutú INTA, Carabelas INTA y Paycarabí INTA– y nuevos sauces híbridos –Los Arroyos INTA-CIEF, Agronales INTA-CIEF y Tehuelche INTA–.
“También se evaluó el crecimiento diferencial de los árboles y la productividad de diferentes cultivos en sistemas agroforestales con distintas densidades –marcos de plantación– y manejo silvícola –podas y raleos– para maximizar la producción de los cultivos consociados a los macizos forestales”, describió Thomas.
Entre los antecedentes de las investigaciones regionales, en 2009 se instaló una parcela demostrativa con un modelo de plantación tradicional de álamos euroamericanos Guardi y dos alternativas agroforestales con cultivos consociados –álamos con alfalfa y álamos con cultivos hortícolas– a una densidad de 555 árboles por hectárea –6 metros por 3 metros–.
En las subparcelas del cultivo de álamos consociado con alfalfa se produjeron fardos durante los primeros tres años, mientras que en las subparcelas de álamos consociados con cultivos hortícolas se produjo zapallo anco durante el primer año y maíz dulce durante el segundo y tercer año.
“En aquellas subparcelas que no tuvieron cultivos intercalares se controló la vegetación espontánea mediante desbrozado. Durante los primeros 5 años, se observó un mayor crecimiento en el diámetro de los álamos en los sistemas agroforestales respecto del modelo forestal tradicional”, destacó el investigador.
Por otro lado, en 2012 se evaluó la producción de verdeos invernales en un macizo de álamos híbridos, raleado a los 14 años para disminuir la densidad de 280 árboles por hectárea –6 metros por 6 metros– a 140 árboles por hectárea –12 metros por 6 metros.
Los verdeos fueron sembrados de manera consociada –la primera: triticale y vicia, y la segunda: avena, cebada y vicia– en los callejones de 12 metros de ancho. Allí se obtuvieron 1.968 kilos de materia seca por hectárea de la consociación de triticale y vicia, y 2.445 kilos de materia seca por hectárea de la consociación de avena, cebada y vicia.
“Esto permite inferir que el raleo en los sistemas silvopastoriles con álamos y sauces, a partir del cual se logra disminuir la restricción lumínica, permite producir mayor cantidad de forraje a partir de pasturas puras o consociadas”, indicó Thomas.
En este sentido, con base en las investigaciones del INTA Alto Valle junto a experiencias de productores, se pueden sugerir modelos de sistemas agroforestales con álamos y sauces bajo riego que respondan a diversos objetivos productivos en diferentes momentos del ciclo forestal.
Thomas señaló que “los modelos agroforestales que se proponen para la región se basan en la implantación de forestaciones con distanciamientos amplios –8 a 12 metros entre filas y 4 a 6 metros entre plantas dentro de las filas–, con densidades bajas de 150 a 350 árboles por hectárea, o distanciamientos menos amplios –6 a 8 metros entre filas y 3 a 4 metros entre plantas dentro de las filas– con densidades intermedias de 350 a 650 árboles por hectárea–”.
La disponibilidad de agua de riego produce durante los primeros años, en los interfilares de esos macizos, fardos o rollos de alfalfa, granos o ensilado de planta entera de maíz, rollos de sorgo u otras forrajeras anuales -moha, mijo, centeno, cebada, avena, triticale, vicia, etc.- y diferentes productos hortícolas.
“Según los cultivos asociados elegidos es posible realizar dos cultivos por año en forma secuencial, por ejemplo, verdeos de invierno y verdeos de verano, o verdeos de invierno y cultivos hortícolas de primavera-verano”, aclaró Thomas.
Luego de esta etapa inicial y antes de que los niveles de luz sean limitantes para su implantación, se puede realizar la siembra de pasturas perennes –puras o consociadas– con festuca, pasto ovillo y tréboles, o verdeos invernales con avena, cebada, triticale y vicia para el pastoreo directo de los animales.
En los macizos con densidades iniciales intermedias –350 a 650 árboles por hectárea– deberá realizarse un raleo con el fin de favorecer el ingreso de luz y permitir la implantación de las pasturas tolerantes a la sombra –umbrófilas–.
“La factibilidad técnica de cada cultivo consociado y del planteo ganadero en los diferentes momentos del ciclo forestal estará en función de la densidad de plantación inicial, de la planificación de las podas y eventuales raleos, y de la tolerancia a la sombra de cada cultivo en particular”, concluyó el especialista.