La ganadería argentina 2024 o cómo administrar la escasez de hacienda
A la aceleración de faena de animales livianos por la imposibilidad de seguir las recrías pastoriles se suma el aumento de los costos del engorde a corral.
Ganadería14 de febrero de 2024Frazada corta. La paradigmática frase, utilizada en distintos sectores y en diferentes momentos, bien se aplica en la ocasión para poner en primer plano —desde el Rosgan— a la ganadería 2024.
“Indefectiblemente, este año sufriremos el efecto conocido como frazada corta. La aceleración de faena de animales livianos, que se dio producto de la imposibilidad de continuar las recrías pastoriles sumado a un costo de engorde a corral sumamente elevado, nos llevó a comernos (sic) parte de la oferta futura; tendencia que, si bien se acrecentó durante el último año, no deja de ser un comportamiento de los últimos ciclos que debiera corregirse de modo inminente”, explicó María Julia Aiassa, analista del mercado ganadero rosarino.
En otras palabras, el desafío de la ganadería a partir del corriente año pasa, justamente, por administrar la escasez de hacienda.
Mayores pesos de faena implican mayor productividad del stock, más aprovechamiento de los recursos y una paulatina convergencia de los estándares de producción demandados por el consumo y la exportación.
Desde el Rosgan se indica que el aumento que registró la faena durante el último año, producto de la severa pérdida de forrajes ocasionada por la sequía, será un gran condicionante de la oferta ganadera a partir del presente ciclo, sumado al faltante esperado de terneros por el impacto registrado sobre las tasas de procreo.
Salida de la producción
De los 14,5 millones de animales enviados a faena en el año, casi un millón más (+7,5 %) que en 2022, 2,95 millones fueron hembras adultas que salieron de producción (+24 %), nivel nunca antes visto desde la última gran seca de 2009, cuando se faenaron 3,17 millones de vacas.
Al mismo tiempo, durante 2023 se registró también un aumento en la faena de vaquillonas que superó los 4 millones de cabezas, un 9 % más que lo realizado un año atrás.
“Ambos indicadores constituyen dos grandes alertas para el stock de vientres disponibles para la producción actual de terneros, que terminará impactando en la reposición del siguiente ciclo; es decir, desde 2025 en adelante”, añadió.
“Sin embargo, estos cambios tan significativos en la faena de un año a otro también conllevan efectos plasmables dentro del corto y mediano plazo”, aclaró.
“En este sentido, y ante una condición de sequía tan prolongada y generalizada, si bien los primeros sistemas de engorde que resultan resentidos son los de recría e invernada pastoril, también se ven afectados aquellos más intensivos que involucran una mayor participación de grano en la dieta, cuya disponibilidad también resulta escasa y cara ante un escenario climático semejante”, describió Aiassa.
También dijo que, por esta razón, en estos contextos se da un doble efecto.
“Por un lado, la interrupción de las recrías con invernadas saliendo más livianas de los campos y, a su vez, una aceleración de los tiempos de engorde a corral debido a los elevados costos que suponen dietas más energéticas”, sostuvo.
“Esto deriva en un incremento de la tasa de extracción de categorías más jóvenes, que no logran ser retenidos en engorde y eso limita la producción de animales pesados”, agregó.
En efecto, del crecimiento en la faena que se vio el año pasado, con casi un millón de animales más que en 2022, la mitad lo explica el incremento en la faena de vacas (570.000 cabezas más) y el resto (475.000 animales) en una mayor salida de los feedlots.
“Pero, más allá de las adversidades que ha presentado el clima, particularmente en los últimos dos años, esta mayor de extracción de animales livianos, especialmente en machos, se viene registrando en los últimos 4 a 5 años por confluencia de otros factores igualmente dañinos para la actividad”, aseguró.
“¿Cuáles son? La falta de previsibilidad para la comercialización a largo plazo, las trabas a la exportación, principal demanda de animales pesados, y los elevados costos, tanto impositivos como financieros, que erosionan los márgenes de ganancia y obligan a acortar los ciclos productivos”, comentó.
Extracción de machos jóvenes
Una serie desde el año 2008 a la actualidad, la tasa de extracción de machos jóvenes; esto es, la cantidad animales faenados durante un período anual medido sobre el stock inicial de novillitos para ese ciclo, pasó del 65 % al 125 % en 2022 y 131 % en 2023.
“Esto implica que, desde el año 2019, con tasas de extracción superiores al 100 %, faenamos más novillitos que los registrados a inicios del año, lo que supone que estuvimos terminando y faenando terneros destetados durante ese mismo ciclo”, añadió.
Aiassa dijo que este comportamiento es el que, indefectiblemente, ha estado impulsando la caída sistemática que se observa en el stock de novillos y, en consecuencia, limitando la oferta de carne futura al truncar la posibilidad de obtener más kilos al momento de la faena.
También que basta con ver la diferencia de kilos logrados por animal faenado en Uruguay, país con el que se comparten grandes similitudes en cuanto al tipo de ambiente en el que se desarrolla la actividad ganadera.
Particularmente el año pasado, habiendo atravesado la misma seca, Uruguay no sólo logró reducir la faena total, sino que, a su vez, ha aumentado los kilos de carne logrados por res.
De acuerdo a los datos publicados por el Instituto Nacional de Carnes, en Uruguay el peso medio de faena logrado en novillos (bajo nuestra clasificación novillos y novillitos), se vio incrementado en unos 7 kilos, pasando de un promedio de 281 en 2022 a 288 kilos en 2023, con una faena 8,4 % inferior.
“En nuestro país, expuestos a un escenario climático similar, la faena de estas categorías aumentó ligeramente, en particular de novillitos jóvenes (+3 %), dando como resultado un peso medio de faena que pasó de 247 kilos en 2022 a 243 kilos carcasa en 2023”, detalló la analista de mercados cárnicos.
“De esta manera, terminamos perdiendo unos 3 kilos de producción en el último año, ampliando la brecha contra lo obtenido por nuestros vecinos uruguayos a 44 kilos por animal faenado”, comparó.
“En un simple ejercicio, trabajando con los kilajes de machos logrados en Uruguay, los 7,33 millones de novillos y novillitos faenados el año pasado nos hubieran aportado un adicional de más 320.000 toneladas de carne vacuna a la producción final”, concluyó Aiassa.
Fuente: La Nueva