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Las economías en desarrollo necesitan un nuevo modelo estratégico

Lo asegura un informe elaborado por economistas del Banco Mundial que destaca que, sin una mejora sostenida de las tasas de crecimiento, de aquí a 2030, 622 millones de personas seguirían viviendo en la pobreza extrema, sufriendo hambre y malnutrición, en países capaces de producir millones de toneladas de alimentos.

Índices04 de febrero de 2025 Campo Industria
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En los albores del siglo XXI, los líderes mundiales se mostraban optimistas. Resolvieron hacer “realidad para todos, el derecho al desarrollo” y poner “a toda la especie humana al abrigo de la necesidad”. Quince años después, animados por el estallido inicial de progreso, fijaron un plazo ajustado: “Resolvemos, de aquí a 2030, poner fin a la pobreza y al hambre en todo el mundo”.

Así lo señala un informe elaborado por Indermit Gill y Ayhan Kose, economista en jefe; y director del Grupo de Prospectos del Grupo Banco Mundial, respectivamente. Ambos coinciden en que, durante un tiempo, “parecía que se avecinaba una era de progreso extraordinario para la humanidad. Pero no fue así”. Agregan que, a medida que el primer cuarto del siglo llega a su fin, las previsiones de crecimiento a largo plazo para las economías en desarrollo son las más débiles desde principios de siglo.

De acuerdo con la edición más reciente del informe del Banco Mundial, sin una mejora sostenida de las tasas de crecimiento, “es probable que solo seis de los 26 países de ingreso bajo actuales alcancen la categoría de ingreso mediano para 2050. De aquí a 2030, 622 millones de personas seguirán viviendo en la pobreza extrema. El hambre y la malnutrición seguirán siendo el destino de aproximadamente el mismo número”.

Las economías en desarrollo, “que empezaron el siglo en una trayectoria camino a reducir la brecha de ingresos con respecto a las economías más ricas, se están quedando ahora más rezagadas en su mayoría. La mayor parte de las fuerzas que impulsaron su auge se han disipado. En su lugar han aparecido fuertes vientos en contra: débil crecimiento de la inversión y la productividad, envejecimiento de la población en casi todos los países salvo en los más pobres, aumento de las tensiones comerciales y geopolíticas, y los crecientes peligros del cambio climático”, detalla el análisis de los expertos.

No obstante, según el nuevo informe de Banco Mundial, estas economías lograron avances sustanciales en el siglo XXI: crecieron al ritmo más rápido desde la década de 1970, adquirieron mayor importancia que a principios de siglo para la economía mundial y, en la actualidad, representan casi la mitad del producto interno bruto (PIB) mundial, mientras que, en 2000, la proporción era de solo el 25 %.

“La mayor parte de este progreso se produjo en los primeros años antes de la crisis financiera mundial de 2008-09, pero comenzó a disminuir a partir de entonces. Desde 2014, con la excepción de China e India, los ingresos per cápita en las economías en desarrollo han sido medio punto porcentual más bajos que el promedio en las economías ricas, lo que ha ampliado la brecha entre ricos y pobres”, puntualiza el análisis. Agrega que la integración económica mundial se debilitó, y las nuevas restricciones al comercio internacional en 2024 fueron cinco veces más que el promedio de 2010-19. Y las consecuencias “fueron mayores para las economías de ingreso bajo, donde viven más del 40 % de las personas que sobreviven con menos de USD 2,15 al día”, puntualiza el reporte de los economistas del Banco Mundial.

Estos altibajos ponen de manifiesto los aciertos y errores de las economías en desarrollo en el primer cuarto de siglo y arrojan luz sobre lo que pueden hacer en los próximos años para trazar su propio progreso independientemente de lo que ocurra más allá de sus fronteras.

“Nuestro análisis- indican Indermit Gill y Ayhan Kose- muestra que un aumento del 1 % en el crecimiento del PIB en las tres mayores economías en desarrollo —China, India y Brasil— impulsa el PIB de otras economías en desarrollo en casi un 2 % al cabo de tres años. Eso es solo la mitad del efecto del crecimiento en Estados Unidos, la zona del euro y Japón. En resumen, el bienestar de las economías en desarrollo sigue estando fuertemente ligado al crecimiento de las tres economías avanzadas más importantes. Sin embargo, la dependencia es menor que a principios de siglo, lo que supone una oportunidad para ellas”.

Los economistas consideran que las economías en desarrollo “pueden cosechar importantes recompensas profundizando los lazos comerciales y de inversión” entre sí, y añaden que “esa labor debe comenzar ahora, mientras la economía mundial se mantiene estable, dado que las estimaciones del Banco Mundial apuntan a una expansión del 2,7 % en 2025, y 2026, el mismo ritmo que en 2024″.

Fuente: Infobae

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