DIA DEL VETERINARIO: Jorge Ponce y Amparo Ponce, padre e hija unidos por la misma pasión y el amor por los animales

POR DARIO FARIÑA. Hoy, 6 de agosto, es el Día del Veterinario. Y en esta historia, la que tiene como protagonistas a los médicos veterinarios Jorge Ponce (68) y Amparo Ponce (28), tiene algo muy especial. Padre e hija que comparten la misma profesión, la misma pasión, las mismas ganas.

Forman parte de distintas épocas, por supuesto. Pero los une ese amor por ser veterinarios, el amor por los animales, y es algo que los ha juntado para trabajar cada día, cada madrugada cuando hay que salir corriendo a un campo para salvar a algún animal. Y eso no lo ha perdido Jorge, con sus casi setenta, ni Amparo, con sus casi treinta, porque en el fondo ellos son del mismo paño.

Comenzó hablando Jorge, en una charla que campoindustria.com hizo con los dos en la Veterinaria El Toro, y también se sumó –obviamente- Amparo, para que ambos contaran sus experiencias.

Distintas, porque uno estudió en Corrientes y su hija en Tandil, pero era imposible que no estuvieran, hoy día, trabajando juntos, codo a codo, compartiendo conocimientos, experiencias y esa adrenalina propia de quienes tienen que salvar vidas de los animales, por ejemplo. Una linda charla, sin dudas, que se dio para felicitar –por intermedio de ellos- a todos los veterinarios.

“Yo me recibí en la UNE, que es la Universidad de Corrientes, Facultad de Ciencias Veterinarias de Corrientes. Me recibí en el año 1981. Después de recibirme estuve un año en el INTA Balcarce haciendo una especialización para darle inicio al Laboratorio de Diagnóstico Veterinario que era municipal. En el año ´82 empecé acá a trabajar en Olavarría. Yo soy nacido y criado en Olavarría, así que sí o sí me iba a volver a mi ciudad. Siempre pensé que acá tenía que desarrollarme, así que no había posibilidades de ir a otro lado” comenzó contando Jorge Ponce.

“Lo que pasa es que ahora las facultades se regionalizan más. Por ejemplo, la de Tandil es una facultad que está más especializada en lechería, como en otra actividades también, pero la de Corrientes era más extensivo, que es lo que yo desarrollé en toda mi carrera” siguió contando el MV Ponce.

Eso te daba un abanico de posibilidades mucho más grande

JP: Claro. En mi época, menos tambo. Era mucho más lo de cría y desarrollaba todo eso. Y cuando llegué a Olavarría estuve en la Municipalidad, en el laboratorio agroganadero, pero que después pasé por varios lugares, pero hasta que se cerró estuve ahí. También trabajé en el zoológico La Máxima. Posteriormente pasé a la parte de Bromatología, donde estuve unos años, y después seguí donde me jubilé, en el Matadero.

¿Te jubilaste es una forma decir, porque seguís trabajando?

JP: Jubilado de la Municipalidad en el Matadero. Mi actividad continúa, especializado obviamente en animales grande. Exclusivamente grandes. Es decir medicina veterinaria general, pero dedicado pura y exclusivamente a animales grandes, no hago nada de pequeños. Hay especialistas en eso, como hay especialistas en equinos por ejemplo.

¿Ha cambiado mucho desde que arrancaste a trabajar, y ahora la tecnología obviamente ha ayudado?

JP: Por supuesto, ha cambiado, literalmente ha cambiado. Hay mucha más tecnología, hay que estar mucho más actualizado. La parte del laboratorio es la que usamos continuamente, lo que nos facilita a los veterinarios muchas cosas. Se achica el margen de error en cuanto a un diagnóstico, por ejemplo, por supuesto. Y después, lo que yo estoy observando desde hace muchos años, es que se mueren mucho menos animales en el campo. La persona que sabe manejar bien la parte alimentación hace que se mueran muy pocos animales.

Depende de que el productor te haga caso, ¿no? Si el productor no le hace caso al veterinario, se complica más

JP: Lógico, el asesoramiento nuestro es integral. No es solamente hablar de enfermedades, sino que es integral el asesoramiento del veterinario.

¿Las enfermedades son las mismas de siempre o hay alguna que irrumpió de alguna manera especial?

JP: Hay más virosis que antes no existían, pero hoy hay mucha vacuna en el mercado ya que lo fundamental es prevenir, porque en el campo pasa eso. Hay que prevenir, vacunar, como son los programas, hacer doble vacunación. Y después se incorporó lo que es la parte de aftosa, que para nosotros nos vino muy bien. Porque pudimos llegar al campo. Y como es obligatoria la vacuna contra la aftosa, entonces pudimos llegar al campo y hacer otro tipo de plan sanitario. Es muy difícil llegar al productor a veces.

Amparo. Obviamente, papá veterinario se te fue pegando lo mismo que él. ¿Te gustó?

AP: Sí, a mí me encantó, toda la vida. Toda la vida dije que iba a ser veterinaria. Yo veía que él iba a trabajar, pero que en ningún momento se quejaba de su trabajo. Mirá que es un trabajo que es complicado. Muchas veces el clima no es lo que esperás, el lugar donde trabajás no es lo que esperás, pero toda la vida me gustó de verlo a él.

¿Cuándo te recibiste y dónde?, ¿ahora trabajás con él?

AP: Me recibí en el año 2019 en la Universidad de Tandil. Yo ni bien me recibí, me fui a trabajar a tambos cerca de Tandil. Me apasiona lo que es el tambo. Después estuve por De la Garma, también trabajando en un tambo, que era dry lot, o sea que eran animales encerrados. Y la verdad que experiencias como esas no las cambio por nada.

Además te vas formando en distintos aspectos…

AP: Sí, totalmente. Atendés desde un parto y hasta tenés mucha comunicación con la gente y creo que es lo más importante, aprender a relacionarte, porque creo que es lo que medianamente le falta a la facultad. Enseñarte a manejar la gente, tener que tener quizás un grado más de responsabilidad y ser la más chica de todo el equipo y tener muchas personas a cargo. Creo que me ayudó mucho para la profesión.

¿Hoy en qué estás trabajando específicamente?

AP: Hoy estoy trabajando con mi papá. Volví después de casi diez años que estuve afuera de Olavarría y ahora trabajamos mucho más integrados. Lo bueno es que tengo la parte de él a la antigua y puedo meter muchas cosas mías, como es la tecnología, como por ejemplo el ecógrafo, las formas que yo aprendí de sangrar y optimizar el tiempo y de a poco se va amoldando a mí y también yo me voy amoldando a él, a su forma de trabajar.

Vas aprendiendo y de paso aplicando lo que vos sabés…

AP: Exacto. Hoy vamos juntos al campo, andamos para todos lados juntos. La mayoría de las veces obviamente son sus clientes y hacemos todo juntos. Y también trabajé mucho en guachera. Pedí muchos consejos a profesoras que tuve en la especialización de bovinos que me ayudaron un montón, porque pasar de una guachera que era problema a tener una mortalidad dentro de lo normal, la verdad que fue como un sacrificio que valió la pena. Largarlos de la guachera a las recrías era lo máximo. Y después que esa misma ternera que vos criaste termine siendo madre, es increíble. Igualmente los animales te devuelven todo, porque los llamaba y venían corriendo a lamerme las manos porque ellos pensaban que todavía eran los terneros.

JP: Lo que yo te decía de la Facultad del Tandil es que salen con una muy buena formación en tambos. Indudablemente porque están en una zona de tambos. Pasa que los tambos están en una crisis tan fuerte que lógicamente tienen que buscar otra alternativa. Pero sí, es integral. Y lo que dijo ella es muy cierto, hoy hay ciertas cosas –que yo me había olvidado- que es el ecógrafo. Es que el ecógrafo es una mano muy importante para el veterinario. Y otra cosa que nosotros tenemos que sufrir mucho, Darío, ¿sabés qué es?...es la falta de mangas acordes a las necesidades de los campos. Los que me conocen saben que protesto permanentemente, porque una manga en mal estado es un alto riesgo para los que trabajan y hay muy pocas mangas que están acordes a los tiempos que circulan. Esa es la realidad.

¿Amparo, qué es lo que más te gusta hoy en el trabajo en el campo?

AP: A mí me gusta mucho el diagnóstico. Me gusta hacer toda la anamnesis y llegar a un diagnóstico final. Yo todavía estoy en la etapa de que una vaca se cae y quiero hacer lo imposible para levantarla, pero papá me dice “no, ya está Amparo. Es imposible”, pero yo todavía sigo. Y la parte que más me interesa o que más me gusta, que más me llena, es hacer las cesáreas, atender los partos. Eso me encanta. Y de eso aprendí mucho, me fogueé mucho en lo que es el tambo. De atender 15 partos por día o a las 3 de la mañana o 4 de la mañana que suena el teléfono y hay que ir a atender un parto, salvar terneros, salvar vacas. Eso la verdad es que nunca me pesó levantarme a esa hora para ir a atender un parto, me parece lo más maravilloso.