Don Miguel Angel Landívar, el pibe de 89 años y referente de Shorthorn: “De arriba del caballo se ven mejor las vacas”

POR DARIO FARIÑA. Tiene 89 años. El 19 de febrero llegará a los 90. “Son muchos años” dice don Miguel Angel Landívar. “Yo no quiero que sea la recta final. Espero que me quede alguna otra curva todavía. Una curva más. No hay que entregarse nunca, lógicamente” agrega riéndose, cómplice, mientras mira de costado y se acomoda para una charla en la que repasó parte de su vida.

Este viejo productor de Ayacucho tiene una larga historia en la ganadería. Pero especialmente en la raza Shorthorn con la cabaña San Miguel, la que hoy está a cargo de uno de sus hijos, Ignacio Eduardo. Pero él está presente en todos lados en la medida que puede.

Hoy Ignacio, o “Nacho” para todo el mundo Shorthorn, es quien está al frente con su equipo pero anda con don Miguel cuando Shorthorn se presenta en cualquier pista. Tomó la posta de su padre y, como dice Piero, seguramente debe pensar y sentir: “Yo soy tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo”, y en eso anda “Nacho”, siguiendo una senda que viene desde hace más de cien años en San Miguel.

A don Miguel Angel se lo puede ver en Palermo (una cita infaltable), Bolívar (a donde va cada año cuando se hace la Nacional) o inclusive Olavarría, ya que estuvo presente para el gran remate de cabaña Don Romeo, de Alejandro Spinella, por lo que no quiso perderse tampoco esa gran fiesta.

No importa que “camine lerdo, como perdonando el viento” (como dice Piero en su canción Mi Viejo), que los años le pasen factura y un bastón lo ayude en cada paso. El va. Sigue yendo, porque aún le quedan curvas en el camino que viene.

“Siempre me gustó en el campo recorrer a caballo, ver las vacas y los terneros montado a caballo. Porque yo jugué al polo, al polo campero en Ayacucho. Pero tuve un enfoque distinto en las razas vacunas. En el Shorthorn primeramente veía al animal y después me fijaba en el pédigree. En tanto que en el yeguarizo primero me fijaba en el pédigree y después en el animal. Pero en un toro, quizá venía alguien y me decía que era extraordinario por el pédigree que tenía, pero me encontraba tal vez con algo que no me gustaba. Yo tenía esa diferencia para ver los animales” comenzó contando en una charla que le brindó a campoindustria.com en la Expo Bolívar 2024.

¿Usted siempre tuvo Shorthorn en la cabaña?

Sí. Con Shorthorn ya van 124 años que se cría en nuestra cabaña. Arrancó mi abuelo, Miguel Landívar; después le siguió mi padre, Miguel María, quien murió muy joven, a los 66 años. Y mi abuelo murió más noven todavía, a los 36 años. El sabía mucho, la tenía clara. Y seguí yo, y ahora mi hijo. Este toro campeón en Bolívar a él, a mi padre, le hubiera gustado, porque se fijaba mucho en los aplomos, lógicamente. Compró toros muy buenos en Palermo inclusive. Como un toro de Delfino, que fue el tercer mejor toro en el año 59 que tuvo una gran historia ese animal: tenía dos hermanos y los dueños decidieron quedarse con el que era un año mayor y vender ese en Palermo. Lo compraron los viejos Landívar, yo era chico, tendría 12 o 13 años, o algo más. Y al mes a Delfino se le muere el hermano y entonces le enviaron una carta a Landívar diciéndole que le compraban el toro, que le pusieran precio nomás. Y los Landívar no quisieron por nada del mundo. Loma Alta King Fall se llamaba el toro. Y a Alejandro Delfino, el hijo de don Delfino que ahora tiene la cabaña, cuando lea esto me va a felicitar, porque a él le gusta la hacienda nuestra.

¿Ha cambiado mucho la ganadería en cuanto a ver la hacienda, a elegirla, de aquellos años a la actualidad?

Con el tema del Aberdeen Angus, ha progresado la raza Shorthorn. Echar un toro negro cualquiera a la vaca Shorthorn, es bueno. Los rodeos de vacas Shorthorn eran siempre muy buenos y salía un ternero negro, y la gente no entendía. Pero hay sangre Shorthorn en Aberdeen Angus, aunque no quiero ofender ni quiero decir algo que no corresponde. El primero que inseminó en el país fuimos nosotros. Cuando llegó el Lincoln Red al país, nosotros inseminamos con Lincoln Red. Elordy había traído un Lincoln Red y no se tipificaba, y muchos criadores de otras razas usaron el Lincoln Red.

¿Usted es fanático de Shorthorn, no?

Sí. Para mí es la mejor. Siempre se consideró que la de Shorthorn es la mejor carne del mundo. Hasta hoy mismo se dice eso. Es la raza madre que tiene doscientos años en la Argentina.

¿Hoy de qué disfruta, de la familia y de la ganadería seguramente…?

Por supuesto. Dejé de andar a caballo hace cinco o seis meses. Es que tengo dos caballos muy mansitos que hoy mismo podría montarlos, pero tengo que usar una silla para subirme. Eso sí, una vez que estoy arriba no tengo problemas. Me gustaba siempre recorrer el campo a caballo, se ven mejor los terneros y las vacas desde arriba del caballo. A eso lo hice siempre, toda la vida.

¿Qué hubiera sido de usted sin el campo?

No sé, realmente. Nada. Soy licenciado de libros, pero nunca lo ejercí. Inclusive el diploma me lo escondió la familia, es como que me lo tiraron, jajaja. El otro día le pregunté a mi hija por mi diploma, y me respondió que no sabía.

¿Haber ganado con el toro en la Nacional de Bolívar fue una gran alegría más?

Sí, sin dudas. La verdad que yo lo esperaba, que fuera Gran Campeón. El toro que me ganó en Palermo este año tenía embriones de nuestra hacienda, pero estuvo bien dado el premio. Era un poco superior a éste, tenía un año más también e impactaba mucho más. Pero al no venir a Bolívar aquel toro, yo pensé que podía ganar. Estaba confiado. Y ganó.

Usted hablaba de que quiere una curva más. ¿Qué otra cosa le falta hacer en la vida?

No sé, qué se yo, jajaja. Es una idea. Quiero seguir disfrutando de los vacunos Shorthorn y de los caballos de polo, porque en Ayacucho hacemos y criamos caballos de polo. Tengo un nieto que va a Inglaterra todos los años y que me acompañó con la familia a Bolívar. Pero disfruto de las dos cosas. Y de la familia, por supuesto. Lamentablemente con el lanar no, porque se ha perdido todo, ahora se hace carne bovina. Antes había que abrir los vellones en los carneros y yo metía la mano, me enseñó mi padre, yo era joven entonces. Pero ahora eso se perdió. Así es la vida. Pero sigo disfrutando con el Shorthorn.