Romina Arrieta, la valiente chica de Rauch que a los 23 años decidió que su vida iba a cambiar y pasó a manejar un camión de hacienda

POR DARIO FARIÑA, ESPECIAL EN CLAROMECO. Impensado para ella en un momento de su vida. Sorprendente para casi todos, menos para ella. Es “jaulera”, es decir chofer de camión de hacienda desde hace casi años. Se llama Romina Arrieta, tiene 25 años, rauchense, y ha decidido encarar un trabajo en el que es muy difícil ver una mujer al volante de un camión.

Más allá de que ya se ven otras camioneras en la ruta o que conducen micros a nivel urbano, pero eso de ver a una chofer en un camión de hacienda, por lo que implica el rubro de andar en el campo yendo a cargar o descargar vacas, no es para muchas.

Pero sí lo es para ella, para Romina.

Es la hija de Walter Arrieta (51) y María José Flanigan (52). La hermana de Braian (23), quien le ha enseñado los secretos de manejar un camión. Con él se turnan para manejar: cuando uno agarra el Mercedes Benz 1114 el otro se sienta en el Ford Cargo de la empresa “Los Vasquitos”.

Y es también la hermana de Florencia (29), casada con Nicolás Fernández Pego (por lo que Romina es la tía de Kiara, 9). Nico es también de Rauch, el representante (junto con Baltazar Sánchez) de la firma consignataria Alfredo S. Mondino.

Así que en Claromecó, cuando se realizó el remate Rústicos (en la carpa montada en la arena, a pocos metros del mar), adonde acompañó a su hermana Flor y a su cuñado Nicolás, campoiondustria.com pudo hablar con Romina para que cuenta su historia. Una historia muy particular. Distinta. Personal. Unica.

¿Cuándo comenzó este trabajo de andar manejando un camión de hacienda?

Exactamente, hace dos años, recién que estoy en el rubro. Empecé acompañando a mi hermano Braian. Es el más chiquito de los tres y fue el que comenzó con el transporte, cuando compró mi papá. Yo empecé como acompañante, abriendo y cerrando tranqueras, cebando mates, dando indicaciones para ir al frigorífico, contando las vacas, abriendo y cerrando las puertas del acoplado. Pero un día papá pudo comprar otro camión y me dijo a ver si me gustaría empezar a trabajar con ellos, y dije que sí. De a poquito fui con mi hermano manejando, que me empezó a ceder su camión, y fue algo que descubrí que me gustó.

¿Vos ya sabías manejar, obviamente?

Sí. Pero autos. Es otra cooosa. Yo estaba acostumbrada al autito y después estar a cargo de semejante dimensión de ese camión es totalmente distinto, pero de a poquito me fui haciendo con práctica, constancia, tranquila, empecé a andar ahí cerca del pueblo, siempre iba a los campos, hasta que de pronto empecé a salir más lejos.

¿Y ahora adónde viajás?

He ido mucho a Río Cuarto. El primer viaje que hice a Río Cuarto quería que alguien me acompañara porque no me sentía confiada, y como no conseguía a nadie, me fui despacito a mi tranco. Así que fui y descargué. A Río Cuarto habré ido tres o cuatro veces, después fui a Quilmes, a un frigorífico, por primera vez a Buenos Aires. Después fui al Mercado AgroGanadero de Cañuelas, también anduve por Balcarce, Tandil, Olavarría.

Llega el camión y en el frigorífico o donde tengas que descargar ven bajar a una mujer ¿y qué te dicen?

Se sorprenden, jajaja. Un hombre me dijo en Quilmes, hace poquito cuando fui...”de tantos años de trayectoria acá, hace treinta y dos años que estoy trabajando en este frigorífico y es la primera vez que veo a una mujer. La verdad que te felicito”. Y ahí en el pueblo también, vivo en Rauch, es un pueblo chico así que todos nos conocemos y todos se sorprenden. Cuando te bajás todos me felicitan, me alientan y eso está bueno. También el rubro es muy compañero, están siempre muy predispuestos a ayudarme, a enseñarte, porque es un rubro que nunca terminás de aprender, básicamente, ya que siempre estás en constante aprendizaje.

¿Qué es lo que más miedo te daba cuando subiste al camión y arrancaste a trabajar?

El acoplado!!. El acoplado, porque con el chasis es distinto ya que son seis metros y lo llevás sin problema para atrás, pero el acoplado ya son once metros más. Y para entrar a un cargador o cuando tenés que doblar en las mismas rutas o es otra cosa, es otra dimensión. Pero le vamos tomando la mano, de a poquito vamos practicando.

¿Cuánto tiempo hace que estás trabajando en el camión?

Voy a cumplir dos años en marzo. Soy nuevita.

¿Siempre hay para aprender, pero ya te manejás con soltura arriba del camión?

Síííí. Cuando me dice que hay que salir, salgo enseguida. Si no conozco, le pregunto a mi hermano. Y si mi ermano no conoce, tengo un grupo de jauleros a los que se les puede preguntar cómo está el frigorífico, por dónde tengo que entrar, qué cuidados tengo que tener, y todos están predispuestos a ayudarte, a pasarte ubicación, a decirte en dónde hay semáforo, en dónde prestar más atención. Pero sí, ya estoy convencida y orgullosa del rubro que elegí, que no tenía pensado tener en mi vida.

¿Por qué, qué querías ser?

Yo estaba trabajando en el pueblo, no estaba estudiando, estaba haciendo de niñera, hacía alguna que otra changa, y cuando mi papá me presentó esta oportunidad le dije que sí, sin dudarlo. Porque de a poquito con mi hermano fui siempre curiosa, siempre preguntándole, siempre acompañándolo, y dije que sí. Dije que sí porque me gustaba, por la libertad que te da este trabajo, el subirte al camión y salir de viaje.

Pero no solamente es manejar, ya hay que tener un montón de cuidados con el camión como controlar las cubiertas, hay que controlar el motor, etc, etc…

Ahhh, sí, claro que sí. Está el mantenimiento, engrasar, ver las ruedas, inspeccionar el aceite y el agua, que esté todo en condiciones, que el acoplado donde vos vas a cargar la hacienda esté todo en condiciones, que no te pase nada.

Es algo que no te imaginabas estar hoy en un camión, ¿no?

No, por nada del mundo. Más que irme de vacaciones en el auto, manejar un camión, jamás. Y sola, con la independencia que me da, hoy estoy orgullosa y feliz de mí misma de haber tomado esa decisión.

¿No tenés miedo de nada?

No, ya está, ya perdí todo el miedo. Fueron los primeros meses de incertidumbre, de que te mandaban a campos y no sabías dónde quedaba. En el pueblo es diferente, porque te dicen “¿sabés el campo de tal? Sí, bueno, hacés un poquito más, la segunda tranquera, mano derecha, ahí te van a estar esperando. Y si no, es contacto, contacto y hablar directamente con el del campo, que te esperan o que te pasan la ubicación. Estoy re contenta. En Rauch se ha corrido la bola y todos nos conocemos, pero cuando voy a campos de afuera o a las rurales de otros lados, todos se sorprenden. Pero ya te digo, todos me felicitan.

¿Una pionera?

Sí, tal cual, una más del rubro, pero contenta. Y muchas colegas también me he cruzado. Hoy en día el rubro hay más mujeres. En hacienda no me he cruzado; me crucé con una chica en Córdoba, pero acá en la provincia, no. Después me he cruzado a mujeres que andan en camiones que están en la arena, en el cereal, en la piedra. Pero sí, estoy en contacto porque también estoy en un grupo de mujeres camioneras que siempre nos estamos mandando mensajes, porque por ahí nos cruzamos por la ruta así que algún bocinazo hay. No he podido compartir con ninguna, porque siempre me cruzo en plena ruta, pero siempre dispuesta a conocerlas.